jueves, 1 de julio de 2010

Domingo 27 de Junio: Te seguiré donde Vayas

 La Preparación
Busco un lugar que me ayude al encuentro con Dios, donde este cómodo y tranquilo. Busco una postura corporal para orar, hago un gesto de reverencia. Respiro lenta y profundamente para tranquilizarme, para relajarme, para que mi cuerpo también entre en oración, y preparo mi corazón para este encuentro…

Presencia de Dios
Busco la paz, me presento ante Él, siento que Dios me mira, me escucha, me conoce… Tomo el tiempo necesario para esto, no se trata de hacer un esfuerzo por acercarme a Dios sino de dejarlo entrar y estar frente a El con toda confianza. Su presencia es puramente amorosa, no viene a reprocharme ni a condenarme… viene a estar conmigo.

Leo el texto a contemplar
Lectura del santo Evangelio según san Lucas, 9, 51-62
Cuando estaba por cumplirse el tiempo de su elevación al cielo, Jesús se encaminó decididamente hacia Jerusalén y envió mensajeros delante de él. Ellos partieron y entraron en un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron porque se dirigía a Jerusalén.

Cuando sus discípulos Santiago y Juan vieron esto, le dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos caer fuego del cielo para consumirlos?» Pero él se dio vuelta y los reprendió. Y se fueron a otro pueblo.

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: « ¡Te seguiré adonde vayas!» Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza.»

Y dijo a otro: «Sígueme.» El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre.» Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios.»
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos.» Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios.»

Me imagino el lugar…
El pueblo de Samaría. El camino por donde va Jesús con sus discípulos.




Pido al Señor… lo que quiero
Ser pronto para escucharlo y para seguirlo en la realidad de mi vida.
“Señor que no sea sordo ni temeroso, sino que pueda escucharte que me dices: “No temas, sígueme”


La oración Ignaciana es esencialmente contemplación.
Ella contempla el misterio desde una tripe perspectiva: Viendo a los personajes, escuchando lo que ellos hablan y mirando lo que hacen, para sacar algún provecho.


1° Momento: Veo a los personajes de la escena
Jesús que endureció el rostro y marchó hacia Jerusalén. Los discípulos que son rechazados en Samaría.
Los discípulos que quieren seguir a Jesús con sus condiciones.

2º Momento: Escucho lo que dicen o hablan las personas.
“Te seguiré a donde vayas”. “Sígueme”, “…Tú vete a anunciar el Reino de Dios”.

3º Momento: Miro lo que hacen…
Jesús que se resuelve con firmeza ir a Jerusalén. Los discípulos que se enojan con los Samaritanos. Jesús que los reprenden por querer quemarlos.
Los que se acercan a Jesús pidiendo seguirlo.


Termino rezando un Padre Nuestro o alguna oración que me de devoción.


EXÁMEN DE LA ORACIÓN: Preguntas que pueden ayudar:
¿Cómo comencé a rezar?
¿Hice silencio interior para escuchar lo que El tenía para decirme?
¿Qué palabras definen los sentimientos que tuve durante mi oración? (paz, alegría, confianza, sensación de perder el tiempo, ansiedad…)
¿Cómo termine?
¿Algo ha cobrado fuerza dentro de mí? 

MOMENTO DE FORMACIÓN


Dos reglas básicas:
1-A las personas que se dejan llevar por sus pasiones y que no se preocupan de evitar los pecados, el enemigo suele tentarlas halagando sus pasiones con placeres atrayentes, imágenes sensuales, etc. Así las conserva en pecado y aún las enreda más en sus vicios. A estas personas el buen espíritu trata de manera contraria; les hiere la conciencia y suscita remordimiento con razones objetivas y valederas (EE 314)
2-Lo contrario sucede en las personas que se van purificando intensamente de sus pecados y progresando en el servicio de Dios. En este caso, el mal espíritu procura perturbar angustiando, entristeciendo, poniendo impedimentos, con falsas razones para impedir el progreso; y propio es del buen espíritu, dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y paz, facilitando las cosas y quitando los obstáculos para que se pueda avanzar y perseverar en el bien obrar. (315)


Dos definiciones
3-La consolación espiritual: es el estado del alma cuando se produce en ella un tal movimiento de amor a Dios, su Creador y Señor, que ya no puede amar a ninguna criatura por sí misma, sino solamente en el Creador de todas las cosas. También cuando corren lágrimas de amor. Estas pueden estar motivadas por el dolor de los pecaos propios o por la pasión de Cristo, o por otras cosas relacionadas con su servicio y alabanza. En resumen: es consolación todo aumento de esperanza, fe y amor, y toda alegría interior que atrae al alma hacia las cosas celestiales, y hacia la salvación, aquietando y pacificando al alma en su Creador y Señor. (315)
4-La desolación espiritual: llamo desolación todo lo contrario de la consolación, es decir, la oscuridad en el alma, turbación en ella, atracción hacia las cosas bajas y mundanas, inquietud producida por abundantes y variadas agitaciones y tentaciones que mueven a la desconfianza, desesperación, frialdad. Así el alma se encuentra toda floja, tibia y como separada de su Creador y Señor. Porque como la consolación es contraria a la desolación, así también los pensamientos que nacen de la consolación, con contrarios a los pensamientos que nacen de la desolación. (317)

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