martes, 7 de septiembre de 2010

Domingo 5 de Septiembre: El seguimiento de Jesús

La Preparación
Busco un lugar que me ayude al encuentro con Dios, donde este cómodo y tranquilo. Busco una postura corporal para orar, hago un gesto de reverencia. Respiro lenta y profundamente para tranquilizarme, para relajarme, para que mi cuerpo también entre en oración, y preparo mi corazón para este encuentro…
Presencia de Dios
Busco la paz, me presento ante Él, siento que Dios me mira, me escucha, me conoce… Tomo el tiempo necesario para esto, no se trata de hacer un esfuerzo por acercarme a Dios sino de dejarlo entrar y estar frente a El con toda confianza. Su presencia es puramente amorosa, no viene a reprocharme ni a condenarme… viene a estar conmigo.
Leo el texto a contemplar
Evangelio según San Lucas 14, 25-33

Junto con Jesús iba un gran gentío, y él, dándose vuelta, les dijo: «Cualquiera que venga a mí y no me ame más que a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y hasta a su propia vida, no puede ser mi discípulo. El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
 ¿Quién de ustedes, si quiere edificar una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, para ver si tiene con qué terminarla? No sea que una vez puestos los cimientos, no pueda acabar y todos los que lo vean se rían de él, diciendo: "Este comenzó a edificar y no pudo terminar."
 ¿Y qué rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para negociar la paz. De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.»





Para la reflexión personal
Nos puede parecer que ser discípulo de Jesús  es algo fácil de ser deseado. La figura de Jesús se nos presenta atrayente por su santidad, su bondad. Tan humana y tan divina que no puede menos que impulsar el deseo de seguirlo.
Vemos hoy como incluso mucha gente que no es cristiana, en todos los lugares del mundo se muestra seducida  por la personalidad de Jesús y la ha propuesto como ideal. Pero al verdadero discípulo de Jesús, tal como El nos lo exige en el Evangelio, se le pide mucho más que una simple admiración a Jesús o un reconocimiento de sus cualidades y de sus virtudes. Jesús nos dice en el Evangelio: El que no carga con su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. Seguir a Cristo de veras y de cerca, supone mucho. Por encima de todo debe estar el amor a Dios. En el Evangelio nos dice que debe superar el amor a nuestra familia e incluso a nosotros mismos. Y que si alguien o algo se opone a Cristo y nos separa del camino hacia El, debemos optar por el Señor. No es que  se nos plantee la disyuntiva entre querer a Jesús y a nadie más. Simplemente el Señor nos pide que no amemos a otro en mayor medida que a El.
Debemos amar a Jesús y a nuestro prójimo, empezando por el que tenemos más cerca, como son nuestros padres, nuestros maridos/mujeres y nuestros hijos.
Pero el amor a Dios es un amor distinto a los amores humanos, que precisamente se basan en el amor a Dios.
No estamos entre la espada y la pared, para elegir entre amar a Jesús y amar a los demás. Tenemos que amar primero a Jesús, y también a nuestro prójimo. Este Evangelio nos pide sencillamente que antepongamos el amor a Jesús a cualquier otro amor.
Porque Jesús es lo más importante. Quien tiene a Jesús lo tiene todo. Quién ama a Jesús, ama a todos. Pero eso sí, que ningún “amor” nos separe de su amor, que es la clave de su vida.
Jesús nos habla de analizar nuestros propios recursos, nuestras ventajas y nuestras limitaciones, para tomar decisiones sobre lo que debemos hacer o dejar de hacer.
En esta parábola compara la actitud que tiene que adoptar aquel que va a encarar una construcción, o una batalla.
Pero si puede ser importante en la vida el resultado de una construcción o una guerra, mucho más importante para cada uno de nosotros es tener éxito en ser discípulos fieles de Cristo.
Y para esta misión, que es común para todos los cristianos, resulta necesario examinarnos interiormente para descubrir que aspectos tenemos que corregir o mejorar para seguir más de cerca al Señor.
San Juan de la Cruz decía que el conocimiento de uno mismo es el primer paso que tiene que dar el alma para llegar al conocimiento de Dios.
Los buenos comerciantes hacen un balance cada día del estado de sus negocios. ¿Cuánto vendí hoy, cuánto gasté, que ganancia tuve? Tratan de descubrir donde pueden mejorar, cual es la causa de haber perdido un negocio. Hasta un mendigo revisa dónde le conviene pedir, y a qué hora, para poder obtener de la gente mayor ayuda.
Nuestro gran negocio de cada día es la correspondencia a la llamada del Señor. No existe nada que tenga tanto valor como el acercarnos cada día un poco más a Cristo.
Al final Jesús nos pide renunciar a todo lo que poseemos para ser su discípulo. Renunciar no necesariamente sea el dejar todo y seguirlo, para algunos tal vez sí. Pero lo más probable que nos esté invitando a desprendernos o despegar el corazón de todo lo que nos quita vida y libertad, como puede ser nuestro ego o egoísmo que nos hace sufrir por todo, renunciar a nuestros impulsos de agresividad con los que nos dañamos a nosotros  y a los demás, a encerrarnos en nosotros mismos y no salir al encuentro con los otros, a la pereza, a no darnos tiempo para hablar con el Señor y decirle que lo queremos, que lo necesitamos o que estamos enfadados porque no se dan las cosas como esperamos.
También puede ser renunciar a afectos desordenados a cosas, ideas, proyectos,  personas que nos tienen apresados y no nos permiten seguir a Jesús y a sus invitaciones.
Me imagino el lugar…
Un camino por donde va caminando Jesús y un gran gentío que lo acompaña...
Pido al Señor… lo que quiero
Señor quiero renunciar a todo lo que me separa de ti: mi ego enfermizo y susceptible, mis impulsos de agresividad, los afectos desordenados que me esclavizan, el negarme a aceptar tu amor y tus invitaciones, que tome mi cruz y te siga…. O lo que te sientas movido a pedir.

LA CONTEMPLACION EN TRES PASOS
La oración Ignaciana es esencialmente contemplación.
Ella se acerca al misterio desde una tripe perspectiva: Viendo a los personajes, escuchando lo que ellos hablan y mirando lo que hacen, para sacar algún provecho.
1° Momento: veo a los personajes de la escena
Jesús, a sus discípulos y al gentío que lo acompañan.

Reflexiono en mi, me pregunto ...

2° momento: Escucho lo que dicen o hablan las personas.
“cualquiera que venga a mi y quiera ser mi discípulo que me ame más que a todos”
 “el que quiera seguirme que renuncie a todo lo que posee”   
Reflexionamos en nosotros mismo para sacar algún provecho.

3°Momento: Miro lo que hacen…

Los discípulos escuchan a Jesús, se sorprenden de lo que dice. Le preguntan sus dudas.
Siempre buscando sacar algún provecho respecto de nuestra vida. ¿Qué me dice esto a mí?

Hablo Con Dios
La contemplación es también momento de encuentro, puedo cerrar mi oración hablando con Dios o dialogando con Jesús acerca de cómo la pregunta del de Jesús también a mi me toca responderla... podemos hablarle de nuestros temores, o de nuestra alegría... podemos pedirle su espíritu para poder proclamar con nuestras palabra y nuestras vidas que Jesús es el enviado del Padre.

Termino rezando un Padre Nuestro o alguna oración que me de devoción.


EXAMEN DE LA ORACIÓN: Algunos pasos que pueden ayudar:

1º paso: Pídele a Dios
memoria para recordar los regalos que Dios te ha dado en esta oración
entendimiento para comprender su significado
voluntad para realizar el deseo que me ha manifestado
2º paso: Reviso si he puesto los medios para que me vaya bien en la oración
¿Me hice consciente de que iba a hablar con Dios y me preparé para el encuentro?
¿Tomé un tiempo para serenarme antes de dar comienzo a la oración?
¿Hice momentos de silencio para ponerme en su presencia y disponerme a escuchar lo que Dios quería comunicarme?
3º paso: ¿Con qué sentimientos terminé la oración? Utiliza palabras que lo definan: paz, alegría, confianza, sensación de perder el tiempo, ansiedad...
4º paso: ¿He visto algo con claridad? ¿Alguna idea ha cobrado fuerza dentro de mi?
5º paso: ¿A qué me he sentido animado? ¿Qué invitación me hace Jesús?
6º Paso: ¿Que medio voy a utilizar para responder a esa invitación?
7º paso: termino agradeciéndole a Dios este encuentro y le pido que me ayude a poner por obra lo que el me ha mostrado. Rezo un Padre Nuestro.
8º paso: escribo brevemente lo más resaltante.


PARA COMPARTIR EN GRUPO:

Para los grupos nuevos
1.- Nos presentamos: edad, lugar de donde soy, lugar donde vivo actualmente, ¿Estudio? ,¿Dónde? ¿En qué año? ¿Trabajo? ¿En qué?

Para los grupos ya formados
1.- ¿Cómo es tu vida de oración?

Para todos
2.- Desde tu experiencia de oración ¿Qué cosas son importantes? Y a ti ¿Que cosas te ayudan?
3.- ¿Que te llegó de esta oración?
4.- Desde tu experiencia de Oración: ¿Cómo identificas la voz de Dios de las demás voces? 

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