martes, 4 de octubre de 2011

Este es nuestro Dios

Hna. silvina Pagura F.I.

La Preparación

Busco un lugar que me ayude al encuentro con Dios, donde este cómodo y tranquilo. Busco una postura corporal para orar, hago un gesto de reverencia. Respiro lenta y profundamente para tranquilizarme, para relajarme, para que mi cuerpo también entre en oración, y preparo mi corazón para este encuentro…

Presencia de Dios

Busco la paz, me presento ante Él, siento que Dios me mira, me escucha, me conoce… Tomo el tiempo necesario para esto, no se trata de hacer un esfuerzo por acercarme a Dios sino de dejarlo entrar y estar frente a El con toda confianza. Su presencia es puramente amorosa, no viene a reprocharme ni a condenarme… viene a estar conmigo.

Leo el texto

Las lecturas propuestas por la liturgia para el domingo son una manifestación del Dios al que seguimos los cristianos y una invitación a poder ponernos en sus manos, sabiendo que Él siempre nos sostiene y acompaña.


Yavé de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este cerro, una comida con jugosos asados y buenos vinos, un banquete de carne y vinos escogidos.

En este cerro quitará el velo de luto que cubría a todos los pueblos y la mortaja que envolvía a todas las naciones.

Y así destruirá para siempre a la muerte. El Señor Yavé enjugará las lágrimas de todos los rostros; devolverá la honra a su pueblo, y a toda la tierra, pues así lo ha determinado Yavé.

Entonces dirán: miren, éste es nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara. Éste es Yavé, en quien confiábamos. Ahora estamos contentos y nos alegramos porque nos ha salvado, pues la mano de Yavé se nota en este cerro”

Is.25,6-10ª


El profeta Isaías nos invita a contemplar en primer lugar a un Dios Padre-Madre, capaz de prepararnos un banquete para todos los pueblos.

Así como una madre prepara la mesa para sus hijos, o como una comida de familia, donde estamos todos y la mesa familiar nos congrega, una mesa donde entran todos, porque Dios incluye a todos, sin miramientos.

La imagen que usa Isaías es la de un gran banquete, signo de fiesta, alegría y diversión, porque nuestro Dios es alegría.

Isaías nos propone junto a la imagen del banquete, un Dios que vence para siempre la muerte, que enjugará nuestras lágrimas, devolverá la honra a su pueblo. Nuestro Dios es un Dios compasivo, capaz de dolerse con nuestro sufrimiento y conmoverse hasta lo más hondo con nuestro dolor. Nos muestra un Dios que es ternura y amor, que es capaz de enjugar nuestras lágrimas.

Y ante la promesa de Dios, el eco de la respuesta que exclama: “miren, éste es nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara, en quien confiábamos”… y luego la alegría de saberse salvado/a y de percibir la mano de Dios que conduce.


Propuestas para rezar el texto:

  1. Puedo recordar una gran fiesta de familia, amigos… un banquete donde nos reunimos todos los seres queridos, con gran alegría y júbilo; pensar que Dios está allí ¿en qué gestos, palabras o personas lo encuentro?

  2. Quizás en mi momento personal necesito que Dios seque mis lágrimas, puedo imaginarme en su presencia y dejar que Él me consuele, me reanime y me devuelva la Vida, le expreso lo que hay en mi corazón.

  3. El banquete de Dios es para TODOS, puedo hablarle a Dios sobre el dolor que siento a veces de ver que no todos gozan de la mesa, del pan de cada día, de los derechos básicos que deberíamos gozar por ser personas e hijos de Dios. Me dejo conmover por la injusticia y le presento a Dios las personas que conozco que son víctimas de esa desigualdad. Me pregunto, desde mis estudios, o desde mi trabajo ¿qué hago yo, por más pequeño que sea, para que esta mesa sea para todos?


Sé pasar privaciones, como vivir en abundancia. Estoy entrenado para cualquier momento o situación: estar satisfecho o hambriento, en la abundancia o en la escasez. Todo lo puedo en Aquel que me fortalece.

Sin embargo, hicieron bien al compartir mis pruebas. Estoy seguro, que mi Dios proveerá a todas las necesidades de ustedes, según su riqueza y su generosidad en Cristo Jesús. Gloria a Dios, nuestro Padre, por los siglos de los siglos. Amén”


Flp.4, 12-14.19-20


En la carta de San Pablo a los Filipenses, expresada con un lenguaje sencillo, franco y sincero, desde el corazón, Pablo se muestra tal cual es ante la comunidad que supo acogerlo en diversos momentos y con la cual tenía una entrañable relación. En el momento en que escribe esta carta se encuentra preso.

Desde esa situación existencial que atraviesa Pablo en prisión estas palabras resuenan en nosotros de una manera provocativa.

Pasar privaciones o abundancia, satisfecho o hambriento, en abundancia o escasez... Vida larga que corta, salud que enfermedad, riqueza o pobreza diría San Ignacio… Y todo esto es posible porque TODO LO PUEDO EN AQUEL QUE ME FORTALECE.

Pablo sabe que en este camino no está solo, se siente acompañado por la comunidad que comparte sus pruebas y de ahí nace la petición de que Dios atienda sus necesidades y los asista, en una palabra los bendice (les dice el bien).


Propuestas para rezar el texto:

  1. Desde lo que hoy vivo ¿estoy dispuesto a decir lo de San Pablo, haciendo ofrenda a Dios de mi situación de vida por más difícil que se presente? Pido a Jesús la fortaleza, que me regale la experiencia y la certeza que “todo lo puedo en Dios que me fortalece”

  2. Puedo hacer memoria de los momentos de mi vida donde experimenté que Dios era esa roca que me salvaba, que aunque pasara por privaciones, o enfermedad, o sufrimiento, o muerte, etc. misteriosamente sentía que Dios estaba a mi lado y me daba fortaleza. Esa es la experiencia de fe, sentir que Dios nos conduce y nos sostiene aunque humanamente todo diga lo contrario. Doy gracias a Dios por esos momentos en mi vida que me ayudaron a madurar mi fe, haciéndome testigo para los demás.

  3. Rezar pausadamente, tomando conciencia de cada una de las palabras de la oración de ofrecimiento que propone San Ignacio en los Ejercicios Espirituales:

    Toma Señor y recibe, toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer. Vos me lo diste, a vos Señor lo torno, todo es tuyo dispone de todo según tu voluntad, dame tu amor y gracia que ésta me basta”


EXAMEN DE LA ORACIÓN:

Preguntas que pueden ayudar:

¿Cómo comencé a rezar?

¿Hice silencio interior para escuchar lo que El tenía para decirme?

¿Qué palabras definen los sentimientos que tuve durante mi oración? (paz, alegría, confianza, sensación de perder el tiempo, ansiedad…)

¿Cómo termine?

¿Algo ha cobrado fuerza dentro de mí?

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